Popular Posts

Saturday, September 17, 2011

Asamblea Coquicua a favor de las expresiones de Calle 13.


 Asamblea Coquicua a favor de las expresiones de Calle 13.
Ante las afortuñadas amenazas ambientales, habiéndole dado el gobierno muy flácida trata cálzica al área cársica, diciéndole al corredor del nor-éste es, y habiéndose puesto en peligro la entera estirpe coquicua, se reunieron los coquíes un día en asamblea a dilucidar su escaso futuro. Uno de ellos que había emigrado hasta una ventana miami con acceso a televisión, internet y otras amenidades, se puso a contar los sucesos que habían dado pie a su futura moción y así las cantó:
    -En esta reunión en que a todos los veo moquibajados quiero aprovechar para contarles unas cosillas que me han hecho saltar pa fuera mis saltones ojos. Y es que según las conversaciones que oigo desde mi ventana y, como otros de ustedes ya estarán bien enterados, las cosas no andan bien en este país en que todos cantamos. He visto por las rendijas que los dueños de mi ventana andan más pelaos que rodilla de cabro, chillando todos por una desgraciada criatura que les tiene los bolsillos rotos y no sé qué más. Tan flacos por las pérdidas andan que los mosquitos ya ni entran en su casa, porque parece que alguien ya les tiene todita la sangre chupá, y esto me tiene a mí peor que a  ellos, porque me han sacado los mosquitos de la boca. Y eso soy yo, que vivo en una ventana, que según me han cantado mis primos y familiares que todavía viven en las hojitas, allí está peor. Allí quieren hacer hoteles pa gente que no les gusta oírnos cantar. Quieren arrancar hojas y sembrar postes, gasoductos, carreteras y casas sin permiso ni aviso. Quieren cambiarle el camino que siguen los ríos y dejarnos sin ni el rocío que nos llegaba por carambola. Quieren expropiarnos hasta las raíces donde a falta de otra cosa nos refugiabamos. Y con todo esto, juro por la madre que puso el huevo del que nací, que coincido hasta en mi más íntima humedad con las palabras de un tal Calle 13, al que vi hace unas noches desde mi ventana, y que le llamó a la criatura responsable de nuestra desgracia  con gran muestra de sinceridad, por no decir precisión, hijo de la gran puta. Tanto me conmovió la sencilla verdad que cobijaban sus palabras, que, sorprendido, en ese mismo momento, en vez de salirme nuestro tradicional coquí-coquí, me salió de mi coquicua alma cantar hueputa-hueputa. Al oírme cantar mi nuevo canto, los dueños de mi ventana aplaudieron con extraña emoción, asintiendo a cada sílaba que había salido de esta boquita mía. Tanto así que jamás vi a persona humana acercarse más al verdadero sentimiento coquicua que mis ventanales auspiciadores en ese hueputa momento. Creo, pues, que la hermandad entre humanos y coquíes es hueputamente posible. Y propongo que, en honor de ese momento y en repudio a tan nefasta criatura como lo es el gobernador, que el cambio de coquí a hueputa se haga oficial entre nosotros y que todos, de este modo, empecemos a cantar verdades tan genuinas y sinceras.
    Tras tal discurso la gran mayoría de la asamblea coquicua se unió en un canto hueputa, llevados por la emoción y la sensatez de tan bien informado miembro. Uno de ellos, sin embargo, no queriendo faltar a la mejor tradición coquicrática, decidió expresar su objeción ante el consenso general. Y así las cantó.
    -Hermanos coquicuas, en esta ocasión permítanme disentir, pues siempre hay espacio para ello en nuestras asambleas. Bien sabidas tengo las expresiones del tal Calle 13. Pero no menos sabidas tengo las palabras de la resolución 77 de la cámara de representantes, la cual impone que el epíteto hueputa, no debe “ser repetido ni imitado por ningún otro ser viviente en la Isla o en otro país”. Irá contra la ley nuestro propósito, pues, sin duda, nos aplica tan estricta y chiringuita resolución, que aun a las matas del campo y a los microbios de los toiles les da un tapaboca.
    Otro molesto coquicua decidió añadir a esto:
    -A la verdad que entre coquicuas nunca falta un huelestaca. Si eso dice esa resolución, saquemos otra resolución nosotros en la que declaremos hueputa a tos los miembros de esas puercas cámaras y a su hueputa comandante.
    Ante lo cual, intervino el primer coquí, cantando:
    -Secundo la moción de publicar una resolución. Pero enfoquemos nuestros hueputas cantos en el gobernador, que, si bien este entero gobierno muy bien merece el nombre hueputa, perderíamos el énfasis que nuestro repudio quiere mostrar. En cuanto a la objeción aquí expresada, debo decir que aprecio tu preocupación camarada coquicua. Sin embargo, es nuestro deber combatir la injusticia a la par que el ridículo de los caprichosos fabricadores de una censura que le falta tan grandemente a la verdad.
    Todos los coquicuas cantaron ahí hueputa en las alturas y aprobaron las mociones correspondientes.
    Al otro día envió la asamblea coquicua la siguiente resolución a los medios.
RESOLUCION DE LA ASAMBLEA COQUICUA EN CUANTO AL CAMBIO DE POLITICA CANTORA
    La asamblea coquicua ha aprobado por unanimidad el cambio de nuestro tradicional coquí-coquí a hueputa-hueputa. Queremos que este cambio no se preste a ambigüedad. Por la destrucción de nuestros hogares coquicuas, por el descaro y el abuso, en desafío a resolusiones que censuran la más sencilla de las verdades, coincidimos con las expresiones de Calle 13 y dirigimos nuestros hueputas al gobernador de Puerto Rico por las razones anteriormente expresadas. Más aún, exhortamos a todos aquellos que han disfrutado de nuestro canto que hagan lo propio, y lo propio no es más que unirse a Calle 13 y a nosotros en este hueputa momento y cantarle la verdad a este gobernante. Muchas gracias.
    En todos los campos y pueblos, en todas las bañeras y ventanas, en todos los árboles y paredes, y en todos los corazones coquicuas sonó entonces el canto hueputa-hueputa. Hubo alguna cobertura mediática. Pero todo no pasaba de un pequeño escándalo hasta que La Comay le dedicó su primer programa y entonces el gobierno se vio obligado a prestarle atención a un problema que en labios de Kobbo se había convertido en un asunto de la más profunda seriedad. Fortuño entonces decidió crear un comité especial para encargarse de la crisis hueputa. Y así comenzó su cháchara.
    -¡Señor gobernador! ¡Señor gobernador! ¿Qué hacemos? ¿Qué hacemos? ¡Señor gobernador!, señalaron los asesores a coro.
    -Pensemos, respondió colocándose el puño bajo la barbilla el señor gobernador.
    -¿Qué?, replicaron los confundidos consejeros.
    -Pensemos, ratificó el señor gobernador.
    -¿Qué?, sintieron la necesidad de sugerir los asesores.
    -Pensemos, sin dar lugar a dudas confirmó el señor gobernador.
    -¡Ah!, aconsejaron los consejones a sueldo.
    -¡Muy bien!, felicitó el señor gobernador.
    -¡Señor gobernador! ¡Señor gobernador! ¡El gasoducto y esto! ¡Señor gobernador!, abundaron los billetales consejales.
    -¿Jum?, inquirió el señor gobernador.
    -¡Señor gobernador! ¡Señor gobernador! ¡Elecciones, gasoducto y esto! ¡Señor gobernador!, disertaron los bien pagados analistas.
    -¡Genial!, celebró el señor gobernador.
    -¡Ajá! ¡Señor gobernador! ¡Buena idea! ¡Señor gobernador!, asintieron los acomodados consejeros.
    -¿Si soltara gas el gasoducto, mataríamos los coquíes? ¿No?, sugirió el señor gobernador.
    -¡Brillante! ¡Señor gobernador! ¡Sólo un detallito! ¡Señor gobernador! ¿Y la gente? ¡Señor gobernador! La gente vota. ¡Señor gobernador! El gas es venenoso. ¡Señor gobernador! No quedarían votantes. ¡Señor gobernador!, respondieron iluminados los asesores.
    -¡La gente! Digo, ¡los votantes! ¡los votantes! ¡Maldición! ¡Si tan sólo se ganaran las elecciones sin votantes! Pero entonces ¿qué podemos hacer?, añadió inquisitivo el señor gobernador.
    -¡Google! ¡Señor gobernador! ¡Google!, opinaron los buenos consejales.
    -¡Excelente! ¡Por eso les pago!, respondió emotivo el señor gobernador.
    Semanas después, tras profundo análisis y pormenorizada investigación, retornaron los asesores con la primera página de su búsqueda de Google impresa, cuyo primer resultado había sido subrayado con un marcador azulito. La banderearon ante la carota gobernante y ésta, forzada a leer, gritó por su boca de comer:
    -¡Profesional! ¡Eureka! ¡Dios bendiga la inventiva Hawaiiana! ¡Imitemos un estado! Se matan estas ranas con cafeína. ¡Compremos café! ¡Despachemos a estas vulgares ranas!  ¡Salvaremos la industria del café puertorriqueño! ¡Si tan sólo Calle 13 tampoco tolerara la cafeína! Pero, en fin, no se puede tener todo en la vida. De aquí a un tiempo, cuando las generaciones futuras examinen este tiempo más allá de matices partidistas, reconocerán que éste que está aquí fue quien salvó la economía por todo el café que habrá que comprarnos a nosotros mismos. ¡La prensa selecta!  ¡La prensa selecta!
    Llegó la prensa selecta. Habló Fortuño. Le comieron el cuento y se lo vendieron al resto. Días después, con pasmosa diligencia, compró el gobierno la entera producción de café puertorro, contrató una agencia privada que se encargó de conseguir los necesarios recolectores, se crearon miles de empleos, se procesó con éxito la cafeína, llovió café en el campo, ya no hubo coquíes. Sólo unos cuantos seres humanos denunciaron el verdadero esquema gubernamental. Las protestas fueron disipadas puntualmente.
    Frente al Capitolio se cuenta que uno de esos jíbaros nostálgicos se quejaba lastimeramente, porque dizque no podía dormir sin los coquíes que le cantaban cada noche desde su ventana. Se dice que un grupo de hombres y mujeres que pasaba por el lugar, escuchando su borincano lamento, se indignaron ante su falta de propiedad ciudadana, y con estas palabras lo instruyeron en las vitudes de la corrección política:

-¡Pero chico! ¿Qué tú quieres? ¡Estaban hablando malo!



Enlaces:

Calle13 canta la verdad en MTV

Resolución 77 de la Cámara de Representantes de Puerto Rico

El coquicidio Hawaiiano.

1 comment: